La educación online bajo la lupa: lo que realmente necesitan los estudiantes virtuales

La educación online bajo la lupa: lo que realmente necesitan los estudiantes virtuales

En el escenario educativo actual, el aula ya no es un espacio delimitado por paredes y pupitres. Para cientos de miles de estudiantes, el aula es una pantalla, una conexión estable a internet y una rutina organizada entre el trabajo, la familia y los estudios. A cinco años del cambio drástico provocado por la pandemia de COVID-19, la educación superior en línea ha evolucionado y consolidado su lugar en el sistema universitario. Pero, ¿están las instituciones realmente entendiendo y respondiendo a las necesidades de sus estudiantes online?

La encuesta anual Student Voice, realizada por Inside Higher Ed y Generation Lab, ofrece una radiografía exhaustiva de lo que viven y sienten los estudiantes universitarios que cursan exclusivamente en línea. La conclusión central del informe es contundente: los estudiantes online valoran profundamente la flexibilidad y calidad académica de sus programas, pero enfrentan una desconexión crítica en términos de pertenencia, apoyo emocional y participación institucional.

El perfil del estudiante online: más que un rostro en una pantalla

El informe revela que el estudiante promedio en línea no es un joven recién egresado de la secundaria, sino una persona más adulta, con responsabilidades laborales, familiares y, en muchos casos, económicas. El 45% trabaja a tiempo completo, frente al 22% del promedio estudiantil, y 59% son estudiantes universitarios de primera generación, es decir, los primeros en su familia en acceder a la educación superior.

Además, muchos cursan menos materias: solo el 48% de los estudiantes online estudian a tiempo completo, en comparación con el 68% del total de encuestados. A esto se suman desafíos como discapacidades físicas o mentales, presentes en proporciones similares al resto de la población estudiantil.

Este perfil no solo habla de diversidad, sino también de vulnerabilidad. Las universidades deben tomar nota: los estudiantes online no son estudiantes de “segunda categoría”; son sus estudiantes, con necesidades específicas y legítimas.

Sentido de pertenencia: la gran deuda de la educación en línea

Uno de los hallazgos más alarmantes del informe es el bajo sentido de pertenencia entre los estudiantes online. Solo el 31% lo califica como "bueno" o "excelente", frente al 48% entre estudiantes presenciales. Y si bien esta brecha en parte puede explicarse por la falta de interacción física, el problema es más profundo.

Omid Fotuhi, director de innovación en aprendizaje en WGU Labs de la Universidad de Pittsburgh, lo resume con claridad: "Fomentar la pertenencia en línea no se trata de trasladar la vida del campus al mundo digital. Es otro ecosistema, con otras reglas, tiempos y formas de conexión emocional".

Los estudiantes online rara vez participan en actividades extracurriculares o eventos institucionales: el 64% no ha participado nunca en una actividad estudiantil, y el 57% no ha asistido a ningún evento universitario. Estos números son más del doble que los de sus compañeros presenciales. A pesar de que muchos viven cerca de sus universidades, el informe señala que la falta de opciones virtuales de participación limita su involucramiento.

La pertenencia no se construye solo en clubes o ferias estudiantiles. Se teje en las interacciones cotidianas, en los correos personalizados, en las oportunidades de conocer a un mentor, en ser visto por un profesor. Y en el entorno virtual, muchas de estas puertas permanecen cerradas.

Lo que piden los estudiantes online (y todos los estudiantes)

El informe muestra también áreas donde la voz de los estudiantes online coincide con la de sus compañeros presenciales: todos quieren menos exámenes de alto impacto y matrículas más asequibles. Estas son las dos principales demandas para mejorar el éxito académico.

En términos de formato, el 54% de los estudiantes online prefiere cursos asincrónicos, que les permiten organizar su tiempo libremente. Pero eso no significa que no quieran contacto humano: cuando se les consulta por estilos de enseñanza, muchos valoran las clases interactivas y el uso de casos prácticos, que conectan la teoría con problemas del mundo real.

Esto refuerza una idea clave: la educación en línea no puede ser sinónimo de experiencia pasiva o despersonalizada. Los estudiantes esperan ser desafiados, motivados y reconocidos, no solo recibir materiales y evaluaciones automáticas.

El dilema de la eficiencia vs. la conexión

Fotuhi identifica un fenómeno crucial en la educación online: el "dilema eficiencia-pertenencia". La modalidad virtual resuelve eficientemente los problemas logísticos de muchos estudiantes: ahorro de tiempo, conciliación con la vida laboral y familiar, eliminación de barreras geográficas. Pero esa misma eficiencia tiende a diluir las oportunidades de conexión emocional y social, elementos clave para la permanencia y el éxito.

Si bien los estudiantes online no reclaman explícitamente más contacto con profesores o grupos de estudio (lo cual podría indicar falta de tiempo o energía para esas actividades), esto no significa que no necesiten apoyo. Fotuhi recomienda que las universidades adopten estructuras institucionales de conexión, tales como:

  • Seguimiento proactivo por parte de asesores o coaches académicos.
  • Mentorías virtuales entre pares.
  • Claridad institucional sobre dónde buscar ayuda (académica, emocional, profesional).
  • Apoyo para fortalecer la confianza digital del estudiante.
  • Espacios virtuales para actividades extracurriculares, clubes y eventos.

En otras palabras, lo que los estudiantes online necesitan no es más carga, sino más acompañamiento.

Estrés y bienestar: el impacto invisible

Curiosamente, solo el 13% de los estudiantes en línea reporta experimentar estrés académico crónico, comparado con el 26% de los estudiantes presenciales. Sin embargo, el 52% identifica el equilibrio entre estudios, trabajo y vida personal como su principal fuente de estrés, y el 42% dice que el estrés afecta gravemente su rendimiento.

Esto sugiere que el estrés no siempre se manifiesta por exceso de estudio, sino por una vida saturada en múltiples frentes. Por ello, la solución no está solo en flexibilizar plazos o reducir carga académica, sino también en ofrecer herramientas reales para el manejo del tiempo, el autocuidado y el acceso a servicios de salud mental adaptados al entorno virtual.

Hacia una nueva cultura institucional

Los expertos coinciden en que el aula virtual debe ser un espacio diseñado para la interacción y el sentido de comunidad, no un buzón de tareas. Tony Bates, especialista en educación online, destaca la importancia de estrategias de evaluación continua: tareas frecuentes, proyectos colaborativos y seguimiento personalizado. La tecnología lo permite, pero requiere voluntad pedagógica y capacitación docente.

Por su parte, Stephanie L. Moore, de la Universidad de Nuevo México, propone una visión más holística: una ecología de apoyo que incluya salud, bibliotecas accesibles, servicios de carrera proactivos y contenido académico que refleje la diversidad del estudiantado.

No basta con poner un curso en línea. Hay que diseñar una experiencia universitaria completa, humana, accesible y significativa para quienes están del otro lado de la pantalla.

Conclusión: de “aquellos estudiantes” a “nuestros estudiantes”

El Student Voice Survey 2025 no solo ofrece datos. Es un llamado de atención. La población estudiantil online ya no es marginal: es central, diversa y creciente. Las universidades que aspiren a ser inclusivas y exitosas deben dejar atrás la visión de que los estudiantes virtuales son "diferentes" o "menos comprometidos". Son estudiantes reales, con sueños reales, enfrentando obstáculos reales.

La gran tarea de las instituciones de educación superior no es solo mantener operativos sus sistemas virtuales, sino repensar profundamente cómo construir comunidad, apoyo y sentido dentro de ellos.

En palabras de Moore, los estudiantes online no quieren ser tratados como usuarios de una plataforma, sino como miembros plenos de una comunidad académica. Y tienen toda la razón.